Breve historia del jabón
No se sabe exactamente ni
cuándo ni dónde se hizo el primer jabón. Según la leyenda romana el jabón fue
descubierto por el agua de la lluvia con que se lavaba debajo de los lados del
monte Sapo, junto al río Tíber. La grasa de los numerosos sacrificios animales
se mezcló con las cenizas de madera de los fuegos ceremoniales, y los esclavos
notaron sus propiedades para limpiar, primero sus manos y luego las prendas de
vestir.
Existen documentos de culturas
primitivas que permiten estudiar el origen del jabón. Es el caso por ejemplo de
unos tarros de arcilla de origen babilónico alrededor de 2800 a.C., cuyas
inscripciones describen la mezcla de grasas hervidas con cenizas. Otra
corriente habla de un origen celta del jabón. Sea cual sea su procedencia, de
lo que no cabe duda es de que los romanos contribuyeron enormemente a su amplia
expansión.
Las teorías de Galeano, médico romano, fueron fundamentales
hasta la Edad Media. Es el primero que nos facilita noticias sobre el empleo
del jabón como medio curativo, para la higiene personal o el lavado de las
ropas. También observó que la limpieza tenía un efecto curativo en las
enfermedades de la piel.
No obstante, y en esta misma época de finales de la Edad Media, ante la gran expansión de la epidemia de la peste negra el baño pasó a considerarse una actividad peligrosa por las creencias de que el agua y las humedades eran altamente contagiosas. Esto ocasionó que la gente apenas se diera baños ni lavara sus prendas ni hogares agravando, sin ellos saberlo, de esta manera la expansión de la epidemia.
En el Renacimiento se mantenía la costumbre de ducharse solo una
o dos veces al año, por lo general, y a la vez se desarrolló mucho la industria
del perfume, precisamente para ocultar estos malos olores.
La fabricación de jabón siguió siendo un arte relativamente primitivo y reducido hasta el siglo XVIII, cuando fueron desarrolladas técnicas que proporcionaron un jabón más puro y cambió la conciencia de la gente sobre la importancia de la higiene.
La fabricación de jabón siguió siendo un arte relativamente primitivo y reducido hasta el siglo XVIII, cuando fueron desarrolladas técnicas que proporcionaron un jabón más puro y cambió la conciencia de la gente sobre la importancia de la higiene.
En la segunda mitad del siglo
XX continuó el desarrollo de productos de limpieza químicos y fáciles de usar.
Algunas innovaciones fueron los polvos para lavadoras automáticas, los
suavizantes de ropa, los detergentes con blanqueador, polvos con enzimas,
desmanchadores, detergentes concentrados,… y un sinfín más de productos con los
que se están creando nuevas necesidades a los consumidores.
Pero todo ese desarrollo de
productos químicos despertó también la preocupación por sus efectos en el medio
ambiente. Aparecieron las primeras plantas de tratamiento de aguas y una mayor
conciencia medioambiental puso en entredicho la inclusión de algunos compuestos
químicos dañinos de los detergentes, como los fosfatos, y animó el desarrollo
de los ingredientes biodegradables, que se eliminan con facilidad y pueden ser
asimilados por algunas bacterias. Pero todo ese desarrollo de productos
químicos despertó también la preocupación por sus efectos en el medio ambiente.
Aparecieron las primeras plantas de tratamiento de aguas y una mayor conciencia
medioambiental puso en entredicho la inclusión de algunos compuestos químicos
dañinos de los detergentes, como los fosfatos, y animó el desarrollo de los
ingredientes biodegradables, que se eliminan con facilidad y pueden ser
asimilados por algunas bacterias.
Hoy en día todavía se sigue
luchando para evitar los problemas ocasionados por el desecho desmedido de los
detergentes: espumas, que dificultan la dilución de oxígeno en el agua;
toxicidad en la agricultura al utilizar aguas con restos de detergentes;
contaminación en la vida acuática; y la eutrofización, que hace que proliferen
muchas algas, produciendo una notable disminución del oxígeno necesario para la
fauna acuática. Hoy en día
todavía se sigue luchando para evitar los problemas ocasionados por el desecho
desmedido de los detergentes: espumas, que dificultan la dilución de oxígeno en
el agua; toxicidad en la agricultura al utilizar aguas con restos de
detergentes; contaminación en la vida acuática; y la eutrofización, que hace
que proliferen muchas algas, produciendo una notable disminución del oxígeno
necesario para la fauna acuática.
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